martes, 30 de septiembre de 2008

UN DOS DE OCTUBRE


Se cumplen cuarenta años del movimiento estudiantil de 1968, “el más grande movimiento social en México en la segunda mitad del siglo XX”, según numerosos historiadores.
En aquel momento el régimen autoritario del PRI y del Presidente Gustavo Díaz Ordaz no permitía una participación libre de los ciudadanos en la vida política y en los asuntos públicos del país, ni toleraba medios de comunicación de línea independiente.

El ‘68 evoca las manifestaciones estudiantiles en París, la guerra de Vietnam, la “primavera de Praga” aplastada por el ejército soviético, el álbum blanco de los Beatles, la defensa de la Revolución cubana y la XIX Olimpiada en México.
Yo cursaba el primer año de secundaria en el Instituto Cultural Tampico. Los estudiantes de una secundaria y preparatoria particular en la provincia mexicana no teníamos información para saber qué pasaba.
Recuerdo las ocho columnas del periódico local El Mundo la mañana del 3 de octubre: “Cruenta noche en la capital”.
La obstinación del gobierno en aplicar el delito de “disolución social” a los dirigentes del movimiento nos hacía pensar que en nuestro país algo andaba mucho peor de lo que se admitía.

Leímos entonces “La noche de Tlatelolco” de Elena Poniatowska y “Los días y los años” de Luis González de Alba, quienes hoy sostienen puntos de vista enfrentados sobre los hechos.
Tres décadas después conocí el testimonio directo de Pablo Gómez, dirigente del movimiento estudiantil, quien veía en el movimiento el principio del fin del régimen priísta.
Sin embargo, aun hoy no sabemos cuántos estudiantes, policías y soldados murieron el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco.
Hemos ensanchado las libertades políticas, pero vivimos bajo el temor constante hacia el crimen organizado; nos insertamos en la globalización económica, pero la mitad de los mexicanos sobrevive en la pobreza.
Los estudiantes del 2008 enfrentan una educación rezagada en matemáticas, ciencias básicas y comprensión de lectura y fuertemente polarizada entre escuelas públicas y privadas, al tiempo que resurge la criminalización de la protesta social y el país se debate entre las convulsiones y el inmovilismo.


Carlos Heredia Zubieta



por: Roberto A. Luna Gonzalez

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